Exposición
Ramón Isidoro
Gérmenes
Salas 1 y 2
Del 1 de abril al 28 de mayo 2022
Entada libre y gratuita hasta completar el aforo
Cosas del taller: regando el tiempo.
A menudo nos obsesionamos con dar explicaciones fuertemente cimentadas al origen de una obra, o de un nuevo hecho artístico.
Y es muy posible que dejemos a un lado –autores, espectadores, críticos, comisarios– una parte muy importante de lo fundamental: la de la libertad que está en el principio, en el ensayo, en la rosa; en el proyecto del proyecto del proyecto…
Algunos autores dicen que sufren al trabajar con el baldío…, pero yo creo que no es cierto. En el momento de empezar, como quien tira una piedra a rodar, el rol del artista –y más aún el del pintor, el abstracto, el lírico–, es fascinante: se convierte en un verdadero observatorio de sí mismo, del azar que provoca su mera existencia y su decisión artística.
Una libertad gozosa, verdaderamente amplia, retozona y vibrante.
A veces con escasos objetivos, otras, con muchos; y en ocasiones con la sombra de cierta inquietud obsesiva por llegar a algún puerto donde su vacilante criterio le sugiera amarrar. Quizá mañana zarpe de nuevo o queme las naves. Quizá se percate de que ya está en Ítaca, o nunca ha salido de ella.
En esta fase de pruebas –la que nos comparte Ramón Isidoro en estas series– es muy posible que se revele lo genuino: la obra neonata, pura, inocente, insociable. El germen o el aullido. El bacilo y el eureka. El asombro o el divertimento.
El rumor despojado aún de objetivos que mana sereno o exultante, pero nunca del todo despreocupado.
La osadía del boceto suele ser un entorno amigable para el espectador, quien asiste benévolo, y con un punto de pudor ajeno, a la veracidad de unas piezas que se ejecutan sobre terrenos humildes –papel, cartón, recortes– y que exprimen los restos de pigmentos, caldos y tinturas con un saber económico, antiguo y circular.
Esta exposición, objetivo del objetivo, nos permite ir a las fuentes y disfrutar sin prejuicios; traspasar la puerta del estudio y hermanarnos con el autor en sus probables enredos, pero, sobre todo, en la satisfacción de sus hallazgos.
Laila Bermúdez