JESUSANGEL
Autorretratos en verso
Del 9 de Octubre de 2014 al 15 de Enero de 2015
Sala 1
Entrada libre y gratuita


Su poesía habita la mirada

En esta exposición de la obra más reciente de Jesusangel se aúnan dos pasiones del artista: la pintura y la poesía. Como un moderno Horacio y en una nueva personal interpretación de la locución latina “ut pictura poesis”, se recrea a la vez el poder de evocación que tienen las palabras y las imágenes. Se suman en un mismo cuadro la rememoración más abstracta de la poesía y la constatación concreta del paisaje. De esa manera se logra una suerte de fusión entre lo intelectual y lo real, que funciona con determinadas claves creativas.

A mi modo de ver, la principal apoyatura de las obras de esta exposición es el sentimiento. Un sentimiento que se antoja doble, porque afecta a la emoción del artista ante determinadas poesías pero también a la constatación sentimental de ciertos paisajes. Ambos sentires, personales, meditados y ricos en matices, se concretan finalmente en cada pieza, convirtiéndose en paisajes poetizados por su propia referencia a la lírica pero también por responder a una interpretación personal y vivencial del artista. Hasta tal punto se logra esta fusión de palabras e imágenes que unas son inseparables de las otras, y cada cuadro se expresa como un poema completo de formas, colores, gestos, palabras y ritmos.

Precisamente este último aspecto, el ritmo, es otra de las invariantes de la producción actual de Jesusangel. Si bien es cierto que toda su producción anterior se había caracterizado por un equilibrio estudiado de los volúmenes, por las cadencias de masas y vacíos, esa armonía de tensiones, de planos y relieves se refuerza con la potencia de las palabras que forman también parte de la composición, silueteadas con plantillas, a veces casi fundidas con las formas plásticas. Así la melodía formal del paisaje tiene un contrapunto con las letras, a través del tamaño, de la disposición y del cromatismo.

Hay que hacer notar que en todos los casos nos encontramos con paisajes puros, deshabitados, donde la huella del hombre se advierte indirectamente en los campos roturados o en las construcciones, pero nunca con presencias. Son como escenas detenidas en un tiempo fuera del tiempo, que mutan de color, transgreden la propia realidad y se desarrollan con un encanto pictórico absoluto. Los cuadros no narran nada, únicamente se exponen a la reflexión y al deleite del espectador, porque probablemente provengan de la introspección y del placer creativo que tuvo su artífice cuando los pensaba, los pintaba y los depuraba, lenta, insistente y obsesivamente.

El ritmo del paisaje subrayado por los fragmentos de poesía no deja de ser una entelequia creativa. Pese a que se basan en lugares concretos, de Castilla o de Asturias, de la montaña o de la costa, en realidad son escenas recreadas en el estudio, literalmente abstraídas de la propia naturaleza para encontrar una naturaleza artística diferente, mitad pictórica y mitad poética, pero en el fondo con una misma unidad de concepto y de resultado. Y es en esa unidad donde Jesusangel se revela como un pintor de mucho oficio y experiencia, e incluso me atrevería a decir que con un bagaje de conocimientos previos, de cultura artística intachable. Hay un dominio sensacional de la composición, pero también del color y del propio gesto pictórico. En esa riqueza de matices, el artista trabaja el acrílico –y ocasionalmente el óleo- con empastes, veladuras, choques de masas, a veces con guiños atrevidos como en “Lejos de tu jardín quema la tarde”, donde un borrón amarillo irrumpe en el paisaje sosegado, como un gesto del action painting. En algunas piezas –como sucede con “En mi canción una rima…”- la simplificación formal roza la abstracción, mientras que en “Y está tan ocupada el agua con tantos asuntos azules” hay una limpieza de tonos que remite en alguna medida a la asepsia del pop. Y en esas innumerables referencias, que revelan a un artista conocedor de los escenarios modernos de la pintura, se intuyen ecos de Benjamín Palencia y la Escuela de Vallecas en algunos paisajes recios castellanos donde se geometriza la naturaleza, o referencias al expresionismo alemán en “El viaje milenario de mi carne…”, con esa armonía de azules que enseguida evoca a Franz Marc, e incluso a los nocturnos azulados de Van Gogh.

El elenco de recursos expresivos y técnicos es apabullante y sólo puede ser fruto del trabajo constante y de la reflexión. No hay lugar para la improvisación en una pintura que se alimenta de uno mismo, que te hace ver el mundo, y la interpretación de ese mundo en la poesía, de una forma distinta. Jesusangel nos ofrece un nuevo cristal para mirar el paisaje, una gran lente de sentimientos, con sensaciones personales donde se funde la mirada con las palabras retumbando en la mente. Palabras que encuentran una nueva vida más allá de los libros. Habitan en la mirada.

Ana Mª Fernández García
Profesora titular de Historia del Arte. Universidad de Oviedo